domingo, 8 de enero de 2012

SUSTANTIVO, NO ADJETIVO

(Artículo publicado en el diario EL FARO DE CEUTA el 9 de febrero de 1975, y recogido en 1992 en la selección de artículos titulada “TORRE DEL FARO”)

         Decir "Ceuta española" es quedarse corto en lo que se quiere decir, pues el adjetivo es sólo un accidente y no una substancia. "Española" equivale a "de España", indicándose así una idea de posesión, cuando en realidad lo que se quiere afirmar no es solo la posesión sino la consubstanciación de Ceuta con España. Porque Ceuta es España tanto como Cuenca, Orense o Almería, pongo por casos. Y no cabe ninguna adjetivación, pues sería tan obvia como decir "España española".

         No es la hora de la arenga ni del eslogan más o menos expresivo de la españolidad de Ceuta y Melilla. Es la hora de la afirmación rotunda, de la firmeza en el propósito y en el gesto para que se enteren ya de una vez aquí y allá, dentro y fuera, que Ceuta y Melilla no son solamente dos puertos disputables, ni dos mercados a donde ir a comprar paraguas, whisky y artículos orientales. Es la hora de insistir en que a este lado del mar viven casi doscientos mil españoles que tienen aquí sus hogares, sus trabajos, sus tierras, sus raíces y sus muertos. Es la hora de poner fin a ignorancias y equívocos, a malentendidos y medias tintas, tanto para la mala fe del exterior como para el olvido del interior. Porque Ceuta y Melilla no son dos apéndices que le crecieron al cuerpo de España, ni dos colgantes postizos y pintorescos, sino que son vertebral, sanguínea y muscularmente España, cuerpo y alma de España, materia y espíritu de España, desde muchos siglos hace.

         Sobre las razones de la Geografía Física, muy discutibles, están las razones de la Geografía Humana y de la Historia, más consecuentes con la voluntad de los hombres. Pues si el mar, o los ríos, o las montañas tuvieran que ser las fronteras obligadas de los grupos humanos, y no aquellas que los propios grupos establecieron en su devenir histórico y vital, habría que rehacer todos los mapas políticos del mundo, multiplicando hasta lo inverosímil las divisiones y las aglutinaciones. El determinismo de la Geografía Física no es válido cuando las realidades humanas históricas tienen peso suficiente para anularlo. Los argumentos de la Historia (Ceuta formando parte del Reino Visigodo con capital en Toledo; Ceuta dependiendo del Califato “español” de Córdoba; Ceuta reintegrada a España, tras su etapa portuguesa, con Felipe II y más definitivamente con Felipe IV por voluntad de los ceutíes) tienen ya un peso de siglos. Los argumentos jurídicos (reconocimiento de la Soberanía Española en los Tratados Internacionales) son concluyentes. Y, sobre todo, los argumentos de la realidad actual de su población: población española en todos sus aspectos (humanos, económicos, costumbristas, tradicionales), vínculos, voluntades y sentires.

         Ceuta y Melilla, en definitiva, son España en el substrato y en la superficie, en la estructura y en la forma, en lo largo, en lo ancho, y en el fondo de su ser. Sustantivamente España, no sólo adjetivamente española. Negarlo, dudarlo, o ignorarlo, resulta tan estúpido, tan absurdo o tan mal intencionado que sólo puede obedecer a las oscuras razones de la sinrazón, que a nadie engañan aunque producen mucho ruido.


Ceuta: murallas y foso de San Felipe (Fotografía: Carlos Díaz Bermejo)

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