lunes, 23 de abril de 2012

NIÑOS EN UNA PLAYA

(Artículo perteneciente a la selección “Torre del Faro”, publicada en 1992)




Los niños no ven las cosas con los mismos ojos que las personas mayores. Por eso pensarán muchas veces que los mayores son terriblemente injustos, absurdos y crueles. Ellos no pueden comprender todavía la razón de muchos comportamientos y acciones. Y de ahí que en su alma se produzca a veces un sentimiento de decepción, una decepción que no pueden expresar con palabras pero que se traduce en sus tristezas, en sus melancolías o en sus rabietas.
El mundo no es como lo ven los niños. Para ellos, por ejemplo, un vidrio roto es un objeto maravilloso que permite ver de otro color los árboles, el cielo y las caras de los demás. Pero las personas mayores les dicen que es un objeto peligrosísimo que no deben tener en las manos. Para un niño, los otros niños no son más que eso: otros niños. Con ellos se puede jugar, dar volteretas y revolcones, y repartir lo que cada uno tenga, llevando a la práctica sin saberlo aquello de "lo tuyo es mío y lo mío es tuyo". En cambio, para las personas mayores, los otros niños son algo más: son los niños de los otros padres, y esto tiene su importancia. Y debe ser tenido en cuenta.
Aquellos dos niños se encontraron de pronto juntos en la playa del Chorrillo sin haberse buscado ni llamado, como dos gorrioncillos que por casualidad se hubieran posado a la vez en la misma rama. Uno, el más rubio, llevaba en la mano una palita y un pequeño cubo; el otro, más moreno, sólo un pedazo de corcho atado por una guita al que hacía flotar en el agua como un minúsculo barco. Entre los dos sumarían a lo más ocho años. No necesitaron a nadie para que los presentase, pero enseguida se pusieron a jugar juntos. El cubito, la palita y el corcho-barco cambiaron una y otra vez de manos. Después, los dos niños se sentaron el uno junto al otro en la orilla y se dedicaron a hacer un hoyo en la arena: "un garaje para el barco", decían. Parecían dos viejos camaradas que hubieran pasado mil vicisitudes juntos. Ninguno de los dos conocía todavía el significado de las palabras "orgullo" y "egoísmo". Pero los mayores sí. Y por eso la mamá del niño rubio intervino para deshacer aquella incipiente "Sociedad Constructora de Garajes para Barcos de Corcho". Y la deshizo con sólo seis palabras: "¡Luisito, no juegues con ese niño!"...
La palita y el cubo se fueron por un lado, el pedazo de corcho con su guita por otro. Aquella mañana, en la playa, dos niños más pensaron que las personas mayores son muy difíciles de entender.





(Niños en la playa del Chorrillo, 1952, foto cortesía de Rosa Martínez Vergés)


7 comentarios:

  1. Y es triste reconocer que poco a poco se nos va preparando, desde niño, a entrar en ese absurdo,innecesario y destructivo mundo de la maldad adulta. Menos mal, eso sí, que también existen personas que andan y nos ayudan a caminar por otros senderos luminosos. Un artículo precioso y para la reflexión.

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    1. Bonitas palabras, y muy acertadas. Me alegro de que te haya gustado. Un abrazo

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  2. El texto, bello como siempre, y la foto, magnífica.

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  3. Una foto eovocadora y muy buena,el señor que las hizo,era un gran aficionado a las fotografia.Ceuta-El Puente de La Corriente y Playa del Chorrillo.
    He leido tan bonito relato.

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  4. Muchas gracias por tan bonitos comentarios.

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  5. Me ha gustado la escena, muy bonita, el corcho barco y esa espontaneidad tan especialmente infantil, además de ser un texto bastante bien escrito.

    Sobraba, en mi opinión, la reiterada alusión al comportamiento de los mayores que mejor debería dejarse al gobierno del lector.


    Chorrillomismo

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    1. Poniéndome en la piel del autor del texto (mi padre, ya ausente de este mundo), imagino que querría no solo ofrecer una imagen costumbrista de juegos infantiles en una playa de Ceuta, sino también ofrecer una reflexión de corte social o ética. No lo sé. De todas formas, gracias por la valoración y por tu respetable opinión.

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